¿Acaso en algún momento de tu infancia, te pusiste a llorar y tus padres, o algún adulto te pidió dejar de hacerlo?
¿has pedido a algún niño que deje de moverse o pare su inquietud?
Eso es una historia o patrón que se remite a menudo. La crianza de nosotros ha estado muy relacionada con el control. Sin embargo, los sentimientos no pueden controlarse, y es más difícil aun para los niños controlar unas emociones que ni siquiera conocen. Todos necesitamos acompañamiento, más que control. Uno de los pilares de la crianza y educación, debería ser la validación y reconocimiento de las emociones, aceptarlas, nombrarlas y acompañar a nuestros niños a enfrentarlas.
¿Por qué tanto miedo a sentir?
Al parecer psicológicamente y yéndonos al condicionamiento social e histórico de las emociones y los sentimientos; estos han sido reconocidos, pero nunca en un papel dentro de la sociedad. Es decir, las emociones son parte del ser humano y de su comportamiento, pero históricamente, el comportamiento de la sociedad ha creado una contención sobre ellas. Por lo que, podemos entender, que no ha sido un proceso fácil, pero que, sin duda, las últimas generaciones, hemos ido cambiando y seguiremos comprometidos con ello.
Darse permiso de sentir, va más allá del tema social que acabamos de mencionar; darse permiso de sentir, es crecer y aprender de eso que nos está afectando. Llamarlo por su nombre, reconocerlo y acompañarlo. Si tu hijo tiene una crisis de llanto, por algo como que le han quitado un juguete, o no obtiene lo que quiere, y no le haces saber lo que le está ocurriendo, sino que reprimes inmediatamente su reacción y sentimiento; el niño no entenderá lo que sucede, él quiere reaccionar y tú lo estás conteniendo. Trabaja en ello, en ponerle nombre “vale ya sé que estás molesto, cansado, hambriento, irritado, impaciente,” Ayúdale a entender lo que pasa. Y no siempre serán solo las emociones del niño, pueden ser las tuyas las que tengas que reconocer “Mira hijo, esto de que te muevas tanto en la mesa al momento de la comida, la verdad es que me irrita a mí me hacían quedarme siempre quieta y de verdad, esto que haces me cuesta entenderlo” No diré que es simple, solo quiero darte esta perspectiva. Lo que debemos entender, es que no hay emociones buenas o malas, pero si hay que reconocer que tenemos malos hábitos para enfrentar y acompañar nuestras emociones.
¡Rompamos el patrón!
El niño que estás criando, será el padre de tus nietos, le falta mucho, lo sé, pero es cierto. ¿Cómo quieres que sea el padre de tus nietos?, hoy está en tus manos.
Date el permiso de sentir, de acompañar nuestros sentimientos, pónganles nombre, miremos juntos hacia el acompañamiento y el respeto; hacia las emociones de nosotros y nuestros niños. Sin reprimir, los sentimientos de nadie, sin etiquetas, sin duda estaremos creciendo y viviendo de una manera más sana.