Cuando estamos educando a nuestros niños, son muchas las cosas que no sabemos, y eso está
bien. Sucede que, nosotros los adultos en muchas ocasiones, no somos coherentes con lo que
pensamos, sentimos, hacemos y decimos, y ellos lo notan. Los niños no se comportan como les
decimos, si no como nos ven hacer. Sobre todo, cuando algo nos afecta emocionalmente, es
legítimo expresarlo. Es importante que, cuando nuestros hijos estén con otras personas,
también les demos voz nombrando esa verdad.
¿Cuál verdad? La verdad de lo que está pasando, sobre lo que te pasa a ti, y sobre lo que le está
pasando al niño. Hablar sobre los hechos o sobre lo que sentimos es muy importante para que
los niños puedan comprender lo que sucede a su alrededor. Pensamos que los niños no
entienden, o que no se dan cuenta de la realidad y solemos mantenerlos al margen de muchas
experiencias que pueden confundirlos.
¿Te saca de tus casillas que el niño quiera brincar en los muebles mientras debería estar haciendo la tarea? – (¿Y a quién no? ja, ja, ja) pues nombra esa emoción “Hijo, de verdad me molesta mucho esto que estás haciendo” ¿quieres mejor salir a jugar afuera? ¿Te preocupa que cuando están en casas ajenas, rompa o parta alguna decoración que esté a su alcance? Tal vez podrías comentarle que ese objetivo es delicado e importante para su dueño y que mejor se lo muestras tú. La necesidad natural para un niño es moverse; lo antinatural es pedirle que no se mueva cuando su cuerpo sí lo necesita. Pensamos que los niños, tienen actitudes antinaturales y la triste verdad es que ellos tienen actitudes totalmente naturales en entornos antinaturales. El problema es que no vemos la necesidad del niño, sino solo la de nosotros como adultos. En vez de gritar, en vez de castigar. Nombra la verdad de lo que está sucediendo. Así tu hijo no tenga edad, o capacidad y conocimiento para comprenderlo. La verdad es que el comportamiento del niño le molesta al adulto, y el adulto no sabe cómo gestionar eso que le pasa. No es que el niño esté haciendo nada malo. Este adulto simplemente le hace al niño lo mismo que le hicieron a él de niño, y es incapaz de conectar con la realidad de las necesidades infantiles.
Nombrar la verdad a nuestros hijos, es una inversión de futuro, los empodera y los mantiene seguros de sí mismos, a la vez que respetamos a los demás. Sé que puede parecer muy difícil al principio hablar de este modo a un adulto, ya que nos preocupará más lo que el adulto pueda
pensar que lo que nuestro hijo pueda sentir o necesitar. ¿Realmente te preocupa más ese adulto que tu hijo? ¿Qué es lo que verdaderamente te impide ponerte de lado de tu hijo, darle voz y protegerlo emocionalmente? Nombrar la verdad no debería hacer daño a nadie. No queremos
con esto criticar la actitud de nosotros o cualquier adulto, simplemente el objetivo es darle voz al niño que no sabe expresar esa necesidad o emoción que está atravesando.
Les ayudas a crecer.